martes, 6 de mayo de 2008

Un poni sin carné

Dormía plácidamente en el asiento trasero del Ford Fusion cuando Paco, quien se encontraba al volante en la operación de retorno del puente, aprovechó que mi dueña había caído rendida tras horas berreando melodías que sonaban en los 40 Principales, y cambió de sintonía para ponerse
al tanto de la actualidad informativa. En la nueva emisora (una cadena regional de la España profunda), un locutor inexperto que intentaba suplir con aplomo su falta de maestría, informaba con voz engolada de que, según una recién aprobada ley, conducir sin haber pasado por la autoescuela, sería castigado con penas de entre tres y nueve meses de prisión. 25.000, añadió el muchacho, era el número de conductores que habían sido denunciados en el pasado año por conducir sin tener el pertinente permiso.

Mis orejas de perro pastor se alzaron -fruto de mi súbito estado de atención- y rápido empecé a inspeccionar los coches vecinos que aguardaban con paciencia la desarticulación del embotellamiento, en busca de posibles conductores furtivos.

El primer automóvil en el que fijé mi interés, era un flamante Seat Leon de color rojo sangre. Dentro, un chico con el pelo de punta, brillante de gomina, con gafas para el sol de cristales azul eléctrico y una camiseta ceñida de un amarillo que dañaba los ojos, escribía un mensaje en su móvil de última generación con sistema operativo tipo Palm. La que debía ser su novia, en el asiento de copiloto, mascaba aparatosamente chicle, sin aparentar preocupación alguna por la ilegalidad en la que incurría su chico.

No. Seguramente ese joven con toda la pinta de incurrir en todo lo delictivo, tuviese todos sus papeles en regla.

Pensé que los años me estaban volviendo un perro prejuicioso y con intención indulgente dirigí mi mirada hacia el coche que se encontraba justo al otro lado. En este caso, mis ojos se toparon con un Todoterreno que, en el parachoques trasero, llevaba aferrado un pequeño remolque en el que, quizá no cupiera un robusto caballo pero si un poni coquetón. Pensé que, probablemente, el conductor del Jeep tuviese -al igual que el hortera del Leon- su permiso de conducir en regla, pero que quizá no contase con licencia para edificar.

Justo atrás, un familiar recién salido del túnel de lavado, era conducido por un hombre de unos cincuenta años que lucía una empañada calva, denotando un alto rendimiento de su aire acondicionado. Olía a Diesel, por lo que el consumo no le debía doler demasiado.

Recapacité y asumí que había perdido unos quince minutos de mi vida con una tarea que no me llevaba a ninguna parte: ninguno de los automóviles que allí se congregaban serían dirigidos por conductores sin carné.

Sin embargo, hoy me he sorprendido en el desayuno escuchando que habían sido, ni más ni menos que 128 los detenidos en la carretera por circular sin permiso.

Tengo que reconocer que esta vez el olfato me ha fallado.

3 comentarios:

J. F. dijo...

Enhorabuena Pato, es usted, sin duda alguna, el literato más peludo que he conocido en mi vida. Literato peludo, y mucho más agudo que otros que van a dos patas y presumen de mucho menos pelo, que he leido.

Enhorabuena. M'agrada molt

Anónimo dijo...

Enhorabuena, Javier, es usted, sin duda alguna, la más cursi cantante de ópera que he visto en toda mi vida.

Maria Martinez dijo...

Una forma muy original de informar, mezcla de relato y crónica, un narrador muy interesante.jeje